Esta acogedora venta dispone de un salón grande, uno más pequeño y una terraza exterior para cuando hace buen tiempo.
El salón grande está decorado con motivos taurinos, de flamenco y aperos antiguos de agricultura y ganadería. La luz tenue y el ambiente tranquilo crean una atmósfera muy agradable para pasar un rato relajado y disfrutar de la comida.
La comida es casera y sin pretensiones. Comida de toda la vida. Carrillá, croquetas, bacalao dorado, patatas al potro (con alioli casero, muy bueno), arroz con carrillá, con cola de toro, carnes… y si quieres unos huevos fritos, pues también.
Si hay que poner alguna pega sería el servicio. Hecho en falta algún camarero más en el salón grande para no tener que estar persiguiendo a alguien para que te atienda. El camarero de la camisa blanca pone todo de su parte y te atiende siempre con una sonrisa. Se aparca fácil justo al lado de la venta. El precio es correcto y las raciones generosas. Nadie se va con hambre de El Potro.
Clasificación de la experiencia: muy buena. Para repetir. Sitio muy agradable.
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